Dios y Señor de los Ángeles,
a quienes encomendáis la guarda de los hombres;
os ofrezco los merecimientos
de estos Soberanos Espíritus
y los del Príncipe de los Ángeles,
el gloriosos san Miguel,
el gloriosos san Miguel,
que por sí y por medio de sus Ministros
guarda la Naturaleza humana,
para que me libréis de todo mal y adversidad
y me concedáis una vida llena de felicidad,
libre de cargas y agobios,
libre de cargas y agobios,
libre de todo mal pensamiento y pecado
y de todo enemigo y maldad.